Crystal Sky Pictures (sí, yo tampoco los conozco) lanzaron la película de «Tekken» el 2010… y lograron enfurecer a todos los fanáticos de los juegos, destruyendo todo el lore de la franquicia en unos sólidos noventa minutos. Se trata de una de las peores películas basadas en videojuegos, no solo por lo barata que se sentía, si no por el poco respeto que le tenía a su fuente de inspiración. Si no era para los fanáticos, y mucho menos para el público en general, ¿para quién estaba hecho el filme? Pues nadie sabe.

No obstante, y a pesar de lo mal recibida que fue la primera entrega, la misma productora se animó a realizar una segunda parte —en realidad, una precuela— y en 2011 estrenaron “Tekken 2: La Venganza de Kazuya”. Previsiblemente, los resultados fueron igual de decepcionantes, y lo peor es que, esta vez, ni siquiera trataron de adaptar los juegos. De hecho, la cinta no es solo una precuela de la primera entrega; es una precuela de los juegos, por lo que el King of the Iron Fist Tournament ni aparece. ¿Quién querría ver una película de “Tekken” sin el torneo? Pues nuevamente, nadie sabe.

En todo caso, esta es la película que nos ocupa el día de hoy, por lo que no me queda más que analizarla. “Tekken 2: La Venganza de Kazuya” comienza con Kazuya (Kane Kosugi) despertándose en el cuarto de un hotel (sin polo, porque obviamente) sin saber quién es ni por qué está ahí. De pronto un grupo de hombres armados llegan a atacarlo, pero utiliza sus habilidades de artes marciales para vencerlos y escapar. No obstante, es raptado por un hombre que se hace llamar El Ministro (el gran Rade Serbedzija), quien lo obliga a trabajar junto a sus asesinos. Si se niega, detonará una bomba que ha implantado en su pecho (de hecho, ha hecho lo mismo con todos sus asesinos, y los obliga a pelear por… razones).

Una trama inepta

Aparte de Kazuya, tenemos a asesinos como Chloe (Charlotte Kirk), Natasha (Biljana Misic), o Rhona Anders (Kelly Wenham), la mano derecha del Ministro, y un gratuito intento por otorgarle algo de sex appeal a la película. ¿Les gustan las chicas que se visten como colegialas y comen chupetes mientras matan gente? Entonces “Tekken 2: La Venganza de Yazuka” les encantará.

La trama nunca iba a ser el foco de una película como esta —de hecho, todo el lore de los juegos es bastante confuso y absurdo—, pero eso no quiere decir que debería ser estúpida, ilógica o genérica. Desgraciadamente, esas palabras describen perfectamente a la historia que “Tekken 2: La Venganza de Kazuya” trata de desarrollar. El guion es increíblemente inepto; no hay suspenso, no hay misterio, no hay tensión, ni siquiera hay sorpresas o giros repentinos (justificados o no) como para mantenerlo a uno atento. Esto no sería un problema si es que las escenas de pelea funcionasen, pero como se deben imaginar, ese no es el caso.

No es para fanáticos

Una cinta como la primera de “Mortal Kombat” tiene peleas bien coreografiadas y competentemente escenificadas. La historia no era nada del otro mundo, pero no importaba; uno se emocionaba en las escenas de combate. “Tekken 2: La Venganza de Kazuya” (y su predecesora) ni siquiera pueden hacer esto. No estoy diciendo que los actores sean malos artistas marciales; solo digo que las coreografías que les han dado son frustrantemente genéricas y lentas, y que la manera en que el director, Kaos (sí, el mismo de “Ecks vs. Sever”, considerada por muchos como la peor película de acción de la historia… ¡se nota que estamos en buenas manos!) las filma, es innecesariamente confusa y sobreeditada. Estas peleas no lograrían elevarle el pulso a nadie.

En términos de lo que el película le tiene reservado a los fanáticos de los juegos… pues, no hay nada, realmente. Por alguna razón, Kazuya es el héroe de la historia, a pesar de que, en los juegos, es un villano —al igual que su padre—, de que, en la primera película era, también, uno de los malos. De hecho, casi ni hay conexiones entre esta cinta y la siguiente, a pesar de que se supone es una precuela. Es impresionante el que hayan logrado ser irrespetuosos tanto hacia los videojuegos, como hacia la película que hicieron antes; realmente parece que ni a Kaos (dios mío, qué absurdo…) ni a su equipos les importaba nada ni nadie mientras hacían “Tekken 2: La Venganza de Kazuya”.

Aparte de eso, los únicos personajes de los juegos que aparecen en la película son el mismo Kazuya, y Heihachi, interpretado nuevamente por Cary-Hiroyuki Tagawa. Ver a este último hace su aparición me llenó de alegría, no solo porque es uno de los pocos actores realmente profesional en este bodrio, si no también porque me permitió disfrutar de un personaje del juego, en vez de ver a puros adolescentes de talento limitado tratar de pelear y/o actuar, fallando en el intento. Desafortunadamente, esta vez Tagawa no aparece con el look (es decir, el peinado) de Heihachi, el cual, siendo justos, se veía absolutamente ridículo en la primera película, pero a la vez, le otorgaba algo de humor muy necesario a la hora de experimentar un filme tan mediocre. Esta vez, aparece con la cabeza rapada… y no es lo mismo.

El buen Rade

El único otro buen actor en este film es el inigualable Rade Serbedzija (lo recordarán como el ruso en “Snatch”, el ruso en “El Santo”, el ruso en “Misión Imposible II”, el ruso en “X-Men: Primera Generación”, o el vagabundo de “Batman Inicia”), quien interpreta al Ministro como un villano exagerado y caricaturesco. Todo lo que hace es obligar a un montón de asesinos a pelear (porque si no, como recordarán, los hará explotar), pero lo hace con ese carisma y esa mirada loca tan característicos de él. No es un gran rol (ni siquiera se acerca a ser uno de los mejores roles de su carrera), pero lo aprovecha al máximo. Ciertamente deja mal parados al resto del reparto (excepto Tagawa).

“Tekken 2: La Venganza de Kazuya” es un desperdicio de tiempo y dinero, un filme que jamás justifica su propia existencia, ya sea como la adaptación (extremadamente libre) de un videojuego, o como la precuela de una película que ya de por sí era nefasta. Las peleas son aburridas, la trama es genérica, las actuaciones son terribles —siendo Tagawa y Serbedzija las gloriosas excepciones— y los efectos visuales son baratos e inverosímiles. Son películas como “Tekken 2: La Venganza de Kazuya” las que le dan mala fama a las adaptaciones de videojuegos; nuevamente, considerando que ni a los fanáticos ni a los cinéfilos en general les podría gustar, ¿para quién está hecha? Pues… quién sabe.