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Potencial desperdiciado

La primera película de Street Fighter, protagonizada por Los Músculos de Bruselas (o sea, Jean-Claude Van Damme) es un cuasi clásico del cine serie B, un filme de acción tan absurdo que resulta divertido. Cuenta con la gran actuación del talentoso Raul Julia, quien casi hace de Bison un personaje propio, megalomaníaco y muy entretenido (recordemos que fue su último rol en pantallas, escogido por sus hijos que eran fanáticos de los videojuegos), y está lleno de momentos estúpidamente hilarantes.

Capcom no podía dejar a la franquicia en el limbo por mucho tiempo, sin embargo, por lo que decidieron unirse con 20th Century Fox y Hyde Park Entertainment para lanzar Street Fighter: La Leyenda de Chun-Li, una nueva adaptación del popular juego de peleas. Con un mayor presupuesto, actores de mejor nivel, y un director con algo de experiencia en el mundo de los blockbusters millonarios (Andrzej Bartkowiak, director de la película de Doomuy), La Leyenda de Chun-Li tenía el potencial para ser un filme de acción decente.

Desgraciadamente, ese no fue el caso. Mientras que la primera cinta era tan mala que divertía, esta es simplemente terrible. La Leyenda de Chun-Li es una película de artes marciales con escenas de combate mal coreografiadas, que trata de desarrollar una trama que simplemente no tiene sentido, y está protagonizada por actores de considerable talento (y otros que no la harían bien ni en una obra de teatro escolar…) que parecen no estar seguros de lo que quieren hacer con sus personajes. Estoy seguro que la intención era superar a su predecesora, pero esta cinta resultó ser incluso peor que la primera Street Fighter.

Los orígenes de Chun-Li

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El problema más evidente del filme está en la decisión de poner a Kristin Kreuk como la luchadora Chun-Li. Kreuk no es una mala actriz —de hecho, ganó bastante popularidad en series de TV como Smallville—, pero se nota a leguas que no es una experta en artes marciales. Eso, y se supone que Chun-Li es china; Kreuk, sin embargo, es canadiense con algo de ascendencia asiática. No hace falta decir que muchos fanáticos —e incluso críticos especializados— expresaron su insatisfacción con esta elección, percibida por ellos como un caso más de “whitewashing”.

Street Fighter: La Leyenda de Chun-Li comienza mostrándonos la infancia de su protagonista. En este prólogo, vemos cómo Chun-Li (Inez Yan de niña), una pianista prodigiosa perteneciente a una familia millonaria de Bangkok, ve como un criminal poderoso llamado Bison (Neal McDonough) secuestra a su padre con la ayuda de su musculoso secuaz, Balrog (Michael Clarke Duncan).

Ya de adulta, Chun-Li (Kreuk) ha jurado vengarse de Bison, por lo que busca la ayuda de un maestro Kung-Fu (Robin Shou; Liu Kang en Mortal Kombat) para convertirse en una poderosa guerrera. Para cumplir su objetivo, recibirá la ayuda de los agentes Nash (Chris Klein) y Maya Sunee (Moon Bloodgood), pero tendrán que enfrentarse también a enemigos como Vega (Taboo, de los Black Eyed Peas).

Tan emocionante como ver el paso crecer

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Uno esperaría que una cinta basada en Street Fighter esté llena de combates mano a mano intensos y bien coreografiados. Bueno, uno estaría equivocado. En vez de hacerle honor a su título y presentar peleas realistas, de corte urbano, sin coreografías exageradas o acrobacias que claramente han sido realizadas con la ayuda de cables… Bartkowiak hace exactamente lo opuesto. Los enfrentamientos en La Leyenda de Chun-Li se veían anticuados hace 8 años, y lucen estúpidos e inverosímiles hoy en día. Se supone que un filme de acción debería resultar emocionante y tenso para su público; el problema de La leyenda de Chun-Li es que no logra causarle ningún tipo de reacción a nadie.

Y ese es, creo yo, el problema principal con la película. Al menos la primera Street Fighter daba risa, y uno se podía burlar de sus múltiples deficiencias. En pocas palabras, tenía personalidad, cosa que lamentablemente es imposible encontrar en esta nueva producción. La Leyenda de Chun-Li es sosa y previsible, la prueba máxima de que incluso la peor de las películas puede resultar más divertida que una producción inundada en la mediocridad absoluta.

¿En serio? ¿El tipo de American Pie?

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Debo admitir, sin embargo, que la cinta cuenta con dos actores que le otorgan algo de energía a los procedimientos, haciendo que algunas escenas sean más hilarantes que monótonas. El primero es Neal McDonough, un actor de reparto muy capaz, que sin embargo decide interpretar a Bison como un… ¿magnate estilo Donald Drumpf con acento irlandés? ¿Desde cuando es Bison un personaje irlandés? ¿Y por qué es que su acento suena como una imitación barata de alguien que piensa que los irlandeses hablan como duendes con ollas de oro? Se trata de una actuación realmente entretenida; terrible, sí, pero al menos no aburre.

El segundo es Chris Klein. Sí, el tipo alto de American Pie. Algún director de cásting pensó que él sería el actor perfecto para interpretar a un rudo agente de policía… y tenemos que agradecerle con entusiasmo por su inesperada decisión. Sí, Klein es terrible como Charlie Nash; sus líneas de diálogo son incomprensiblemente estúpidas, y su actitud parece la de un adolescente abusivo que quiere verse rudo frente a las chicas populares del colegio. No convence para nada, y resulta realmente inverosímil la manera en que el personaje de Moon Bloodgood (gran nombre, por cierto) parece estar enamorándose de él… o algo.

El gran Michael Clarke Duncan (Q.E.P.D) está totalmente desperdiciado como un secuaz más del villano principal; Robin Shou no hace más que recordamos que podríamos estar viendo una mejor adaptación de un videojuego (la primera Mortal Kombat) en vez de esta tontería, y Taboo de los Black Eyed Peas hace… algo con su personaje. Supongo que ayuda el que la mayor parte del tiempo esté usando una máscara.

Como para bostezar…

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La Leyenda de Chun-Li ciertamente es una película un poco más realista —al menos a nivel visual— que su predecesora, pero el tratar de hacer todo más oscuro, todo menos fantasioso, le resta bastante personalidad. Lo peor de todo es que tenía el potencial de ser mejor; después de todo, la primera Street Fighter no es una obra maestra ni mucho menos, por lo que había bastante qué mejorar. Desafortunadamente, ni el director Bartkowiak ni su reparto estaban a la altura de la tarea, por lo que el resultado final es un banal desastre. Ojalá la tercera vaya a ser la vencida…