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Hoy en día estamos muy acostumbrados a los efectos especiales digitales que vemos en las películas Hollywoodenses de grandes presupuestos, tanto así, que la mayor parte del tiempo ni los notamos. Evidentemente efectos más obvios, como las explosiones, batallas de naves espaciales, o monstruos digitales son más fáciles de detectar como sintéticos, pero existen algunos más sutiles, como el reemplazo o extensión de sets, creación de locaciones en las que no se pudo grabar de verdad, o modificación de cuerpos, extremidades o movimientos.

Sin embargo, el año 2001 era una época muy diferente. Hollywood estaba dando los primeros pasos en lo que se refiere a un extenso uso de efectos digitales —en los 90s, películas como Jurassic Park, El Abismo o Titanic demostraron que las computadoras podían ser utilizadas para crear imágenes verdaderamente impactantes, pero todavía tenían sus limitantes. Jurassic Park tuvo que mezclar dinosaurios animatrónicos con los virtuales; El Abismo se concentró en desarrollar solo un par de imágenes fotorealistas en vez de mundos o situaciones enteras, y Titanic combinó las imágenes digitales con muchas otras técnicas —maquetas, sets reales e inmensos— para contar su historia.

Con la llegada de películas como las precuelas de Star Wars o la trilogía de El Señor de los Anillos, el uso de este tipo de efectos comenzaba a hacerse más común, pero todavía no lograban convencer del todo. Sí, criaturas como Gollum o hasta el nuevo Yoda digital eran my convincentes, pero los efectos chroma o los escenarios virtuales todavía lucían como cutscenes de videojuegos. Y ni hablar de personajes humanos creados enteramente en una computadora

Pero si había una compañía que quería atreverse a crear eso precisamente, era Square Pictures. Sí, hubo una brevísima época en la que Squaresoft (ahora Square-Enix) tenía una compañía de cine, dedicada enteramente a crear productos audiovisuales basados en sus propiedades más lucrativas. ¿Sus únicos trabajos? Un cortometraje desarrollado en el mundo de la franquicia Matrix, llamado Final Flight of the Osiris (fue parte de la antología Animatrix) y, por supuesto, la única cinta que estrenaron en cines alrededor del mundo: Final Fantasy: El Espíritu en Nosotros.

La Fantasía Final

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Decir que la opinión general sobre esta película está dividida es ser amable. La mayoría de fanáticos de los juegos odian el filme, y los espectadores comunes y corrientes simplemente no fueron a verla cuando se estrenó en cines —la película tuvo un presupuesto de 137 millones de dólares (una cifra elevadísima para la época), y apenas recaudó 85 millones en todo el mundo. Pero a pesar de lo poco parecida que es a los juegos en los que supuestamente está basada, y a pesar de que fue tremendo fracaso en la taquilla mundial, no hay duda de que fue revolucionaria a nivel tecnológico y visual.

Para los estándares contemporáneos, los humanos 100% sintéticos que habitan el mundo de Final Fantasy se ven acartonados y robóticos —existen videojuegos para PlayStation 4 que contienen cutscenes con mejores cualidades gráficas. Pero recuerden que esta película fue estrenada hasta 15 años; consideren que en aquella época, recién estábamos viviendo la transición del primer PlayStation al segundo, y del Nintendo 64 al Nintendo Gamecube. ¡Ver una película animada casi foto realista era impensable! Pero los genios de Square Pictures igual se atrevieron a hacerla.

Y hasta cierto punto, valió la pena. Puesto que, a pesar de que la crítica no fue muy amable con el filme en aquella época, yo he aprendido a apreciarla con los años. Sí, es totalmente previsible, y contiene demasiadas referencias y similitudes con otras cintas de similar corte, pero se trata de una entretenida y visualmente espectacular aventura espacial, llena de acción y secuencias emocionantes. No se parece en nada a los juegos, pero al menos divierte.

Nada que ver con los juegos

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La película se desarrolla en el año 2065. La tierra ha sido devastada por la guerra, y los pocos humanos que sobreviven se esconden en megaciudades protegidas por escudos gigantes, con temor de que los Phantoms, unos monstruos enormes y transparentes, los aniquilen. La Dra. Aki Ross (voz de Ming-Na) es una valiente científica y la aprendiz del Dr. Sid (Donald Sutherland); está buscando a los 8 espíritus, que según ellos, al juntarse lograrán generar una onda de energía que podría eliminar a los alienígenas. En su misión, recibe la ayuda del Capitán Gray Edwards (Alec Baldwin), Neal Fleming (Steve Buscemi), Jane Proudfoot (Peri Gilpin), y Ryan Whittaker (Ving Rhames). A pesar de que el gobierno aprueba el plan de Aki y Sid, el líder del ejército humano, el General Hein (James Woods) prefiere atacar fuego con fuego en vez de recurrir a medios más espirituales.

Sí, no tenemos Chocobos ni personajes como Cloud Strife o Lightning; las pocas referencias a los juegos están escondidas en momentos breves, o en el fondo de planos abiertos o en medio de escenarios llenos de detalles. A pesar de tener el nombre de los juegos, Final Fantasy: El Espíritu en Nosotros no está basado en ellos, y ni siquiera se desarrolla en el mismo universo. Entonces, ¿cuál fue el punto de relacionarla a la franquicia? Pues Hironobu Sakaguchi, el creador de los juegos, fue quien se encargó de dirigir esta cinta, y según él, es algo así como una adaptación libre, más similar a su fuente de inspiración a nivel temático que literal. A pocos fanáticos les hizo gracia.

Visualmente impresionante (para la época)

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Felizmente, es muy posible ver esta película con la mente abierta, sin compararla con los juegos y con las expectativas bajas. Si uno hace eso, se convierte en una experiencia bastante entretenida. Las secuencias de acción, muchas de las cuales involucran disparos o combates con alienígenas gigantes, están escenificadas con cuidado y esmero, y logran desarrollar bastante tensión. Sakaguchi, aprovechando la libertad que le da el mundo de la animación, utiliza ángulos de cámara novedosos y planos con movimientos rápidos para otorgarle energía a la historia, y hasta logra desarrollar lo suficiente a personajes como Aki o Edwards. Si uno logra meterse en la historia (y créanme, si no deciden ver la película pensando que la van a odiar, es posible), uno termina preocupándose por ellos e identificándose con ellos. Nada mal.

Pero la verdadera pregunta es: ¿qué tan convincentes eran estos humanos digitales para la época? Pues digamos que algunos detalles —como las manos, que tienen dedos extrañamente largos, o los ojos, que por momentos se ven algo muertos— no están del todo correctos, pero en general los protagonistas del filme están impresionantemente animados. Sus movimientos son naturales, y están iluminados —especialmente en los planos más abiertos— con suficiente realismo como para que no parezcan cadáveres caminantes. Los demás elementos, como los escenarios, las explosiones o las armas, se ven fabulosos.

Falta originalidad

La voz de Ming-Na es lo suficientemente anónima —a pesar de que ahora protagoniza Agents of SHIELD— como para que se pueda convertir en el personaje. Lo mismo no puedo decir que Baldwin, quien jamás logra cambiar sus entonaciones tan particulares para transformarse en Edwards; el hecho de que el personaje luzca más como Ben Affleck no ayuda. Donald Sutherland le otorga algo de clase a la historia, y Steve Buscemi interpreta al típico personaje secundario gracioso con efectividad.

QUOTE Final Fantasy

No obstante, si la película tiene un problema grande, no está en sus cualidades visuales, sus gigantes diferencias con los juegos, o sus actuaciones de voz. Final Fantasy: El Espíritu en Nosotros se siente, la mayor parte del tiempo, como una mezcla de varias otras películas que hemos visto antes, como una suma de varias partes chiquitas en vez de un “todo” sólido y conciso. Gaia, la energía que Aki se pasa buscando la mayor parte de la película, es como La Fuerza de Star Wars; los soldados de Edwards son como los Marines de Aliens, el final del filme tiene elementos de varias películas de Star Trek, y el contexto posapocalíptico me recordó a Escape de Nueva York. Si Sakaguchi pensaba realizar una adaptación súper libre de los juegos, al menos debió crear algo un poco más original.

Es necesario tener la mente abierta para disfrutar de Final Fantasy: El Espíritu en Nosotros, y posiblemente no ser una fanático acérrimo de los juegos. Como adaptación de tan millonaria franquicia, es un fracaso total, pero como una película de aventuras y ciencia ficción, con toques espirituales y de acción, no está del todo mal. Tiene más trama que la adaptación promedio de un videojuego —se toma bastante en serio, y nunca recurre a chabacanerías innecesarias— y logra desarrollar de manera efectiva a sus dos personas principales. Final Fantasy: El Espíritu en Nosotros es una película que vale la pena redescubrir tantos años después de su estreno —puede que se lleven una grata sorpresa.