Muchos creen —de hecho, estoy seguro de haberlo mencionado en algún momento— que la película de “Super Mario Bros.” con actores fue la primera producción basada en videojuegos que jamás salió. Pero como algunos deben haber asumido —o incluso investigado—, los japoneses le ganaron a los americanos con gran diferencia. Sin embargo, la franquicia es la misma: el primer filme basado en un videojuego que jamás se estrenó fue “Super Mario Bros.”… pero la película animada producida en Japón, poco tiempo después de la salida del primer juego para la NES.

El título completo de la película es “Super Mario Bros.: la Gran Misión para rescatar a la Princesa Peach”, y se trata de una recreación bastante fidedigna de la trama del primer juego —o al menos de lo que se podía encontrar en el manual—, salvo algunos aspectos bastante extraños. Me imagino que si uno veía la película en los 80s la podía disfrutar, especialmente si era fanático de los juegos o un niño; pero tratando de disfrutarla tantos años después, no pude evitar darme cuenta de sus mayores defectos, especialmente en comparación a como percibimos a estos personajes hoy en día.

La trama: Mario y Luigi son los dueños de una bodega (¿?) en lo que parece ser el oeste americano (¿???) Un día, reciben un mensaje de la Princesa Peach desde el Reino Champiñón, a pesa de que este, asumimos, se encuentra en otra dimensión: el Rey Koopa ha invadido el lugar, y secuestrado a la monarca. Decididos a ayudar a la princesa, nuestros héroes se embarcan a una aventura en el Reino Champiñón, cada uno con diferentes objetivos y ambiciones: Mario está perdidamente enamorado de Peach, mientras que Luigi se dedica a agarrar la mayor cantidad de monedas posible.

Relativamente fiel a los juegos

La historia, al igual que la del juego, es extremadamente sencilla, tanto así que la película solo dura una hora (!), media hora menos de lo que uno esperaría de un largometraje animado. El concepto, así como el diseño de los personajes y de los mundos, es tal cual lo que uno esperaría en los 80s de una adaptación de los juegos: hay una premisa, un comienzo y un final, y la mayor parte de la aventura —es decir, el medio— consiste de situaciones familiares para aquellos que hubieran pasado horas jugando con el primer “Super Mario Bros.” en la NES.

Si hay que darle algo de crédito a la cinta, pues resaltaría que presenta la mayor parte de enemigos y personajes que uno vería en el juego para la NES. Están los hermanos Mario, Koopa, Peach, los goombas, los Toads, y uno que otro enemigo un poco menos conocido. Algunas caracterizaciones no funcionan del todo, pero al menos uno puede reconocer a todas estas figuras en sus versiones ochenteras, mucho antes de que recibieran caracterizaciones más específicas en los juegos en 3D, para consolas como la GameCube o Wii. Considerando que se trata de la primera película jamás hecha basada en un videojuego, no está del todo mal.

¿Qué hay con el keke de frutas?

Desgraciadamente, precisamente como fue la primera de todas, “Super Mario Bros.: la Gran Misión para rescatar a la Princesa Peach” tiene algunos elementos bastante extraños, los cuales se sienten fuera de lugar en comparación al resto del contenido. ¿Por qué es que los hermanos Mario trabajan en una bodega, en vez de ser plomeros? ¿Por qué es que Koopa está caracterizado como alguien cobarde y chistoso, con una voz inesperadamente delgada? Y más importante incluso: ¿por qué es que Luigi es caracterizado como un hombre ridículamente ambicioso, obsesionado con las monedas que encuentra por todas partes en el Reino Champiñón? Sé que el filme fue producido años antes de que fuese caracterizado como alguien cobarde y asustadizo, pero igual se siente raro.

Pero lo que más me saltó fue un momento totalmente innecesario y ridículo de product placement. ¿Qué creen que pasaría si es que Mario se come un hongo, y de ahí una flor de fuego? Según la lógica del juego, debería hacerse más grande, y luego obtener poderes de juego, pero lo que sucede en la película… no tiene explicación.

De la nada (literalmente) aparece una caja de keke de frutas marca Mario, el cual nuestro protagonista devora, recalcando lo delicioso que está.

Sí, en serio. Y lo peor es que se trata de un producto que salió a la venta en la vida real, para coincidir con el estreno de la película. Pocas veces he sido testigo de una instancia de product placement tan descarada y fuera de lugar como esta. Lo peor es que ni siquiera existe como algo ajeno a la historia de la película; lo utilizaron para reemplazar un poder legítimo que estaba presente en el juego, arruinando una característica importante de Mario y de los ítems que puede conseguir en el Reino Champiñón.

Podría ser peor

La calidad de la animación es plana. No estoy diciendo que la película luzca mal, necesariamente, pero sí que no tiene nada del otro mundo, que la haga resaltar en comparación a otras producciones de la época. Lo que sí me fastidió, sin embargo, es que a veces el movimiento de las bocas de los personajes no coincida con lo que dicen (en japonés, por supuesto). La sincronización está mal, según lo que he leído, porque la animación fue hecha primero, y la grabación de voces se llevó a cabo después. Sé que era una práctica común en el mundo de la animación japonesa en aquella época, pero eso no quiere decir que no haya sido una mala decisión.

“Super Mario Bros.: la Gran Misión para rescatar a la Princesa Peach” no es una terrible adaptación —de hecho, es mejor que la película live-action con Bob Hoskins y John Leguizamo— pero definitivamente tiene sus grandes defectos. El diseño de personajes es cumplidor, la animación es regularona, y la trama es relativamente fiel al juego, pero el filme está tan lleno de elementos extraños y fuera de lugar —el humor, algunas caracterizaciones, el product placement— que nunca termina de cuajar. “Super Mario Bros.: la Gran Misión para rescatar a la Princesa Peach” es una película que solo le recomendaría a los fanáticos acérrimos de la franquicia, o a aquellos que tengan curiosidad mórbida por ver la primera película basada en un videojuego de la historia. Los demás… absténganse.