Me es un poco difícil pensar en cuál podría ser el público objetivo de una película como “Pokémon: ¡yo te elijo!”. Después de todo, se trata de una regurgitación resumida de algunos de los episodios más icónicos de la primera temporada del anime. Por ende, quienes ya hayan visto el anime, se sentirán un poco estafados, porque es una repetición de algo que ya habían visto varias veces. Y los fanáticos más jóvenes, quienes de repente no estén muy familiarizados con la serie —o que solo han disfrutado de las temporadas más recientes—, no le sacarán mucho jugo a la película, ya que la mayoría de momentos importantes carecen del impacto emocional que tuvieron en la serie… precisamente porque son presentados de manera tan acelerada y resumida. Es confuso, francamente.

Lo cual es una pena, porque fuera del concepto base, hay varias cosas que “Pokémon: ¡yo te elijo!” hace muy bien, especialmente en comparación a algunas de sus predecesoras. Pero me estoy adelantando. Como se deben imaginar, nuestro protagonista es, nuevamente, Así Ketchum, pero por alguna razón, muchos de los personajes secundarios han cambiado. Acá no están ni Brock ni Misty, y sus reemplazos, aunque no terribles, carecen de sus personalidades bien marcadas o de cualquier característica memorable. También hay un nuevo rival, que no le llega ni a los talones a Gary, pero al menos se ha conservado el Equipo Rocket y las batallas con líderes de gimnasio… como para no perder los elementos más familiares de la serie. Algo es algo.

La misma vaina

No obstante, si lo hace dudar un poco a uno sobre las decisiones narrativas y de personaje que se tomaron para “Pokémon: ¡yo te elijo!”. Después de todo, si la idea era volver a contar las primeras vivencias de Ash Ketchum, solo que de manera resumida y con mejor animación, ¿cuál es el punto de reemplazar personajes con equivalentes que cumplen exactamente el mismo rol? No es que su presencia enriquezca la experiencia de ver la película, o altere de alguna manera el desarrollo de ciertos eventos. El primer encuentro entre Ash y Pikachu es el mismo, al igual que el arco entre nuestro protagonista y Butterfree, el cual resulta, nuevamente, en una desgarradora escena de separación, solo que esta vez es bastante menos… memorable. No hay mucho chiste cuando tenemos una versión superior en la serie de televisión.

En todo caso, hay ciertos elementos nuevos que diferencian a “Pokémon: ¡yo te elijo!” de los episodios de la serie. Por ejemplo, hay toda una subtrama que involucra al Pokémon legendario Ho-Oh, en donde nos enteramos que Ash es algo así como un héroe legendario del arcoíris (por qué no), quien tiene que cumplir un rol adicional y muy importante en esta historia. No está particularmente bien explicado, y sí choca de manera algo repentina con el resto de la película, pero al menos ayuda a que traigan de vuelta el misticismo y la admiración por los Pokémon legendarios. Ho-Oh luce realmente bien, y sus escenas son algunas de las más espectaculares de la cinta.

Excelente animación

De hecho, toda la película luce realmente bien. En comparación a la mayoría de sus predecesoras, se trata de una increíble mejora, tanto a nivel de diseño, como de animación y color y hasta movimientos de cámara. Las batallas Pokémon lucen más espectaculares, los ataques están llenos de efectos sorprendentemente complejos, y hasta el proceso de evolución ha sido modificado de manera visual, como para que impacte más. La música no está del todo mal, tampoco, y en general, “Pokémon: ¡yo te elijo!” se ve como un producto mucho más pulido, como algo hecho para la pantalla grande, y no solamente para la televisión. Es una verdadera pena, entonces, que todo este trabajo de diseño y animación esté al servicio de una historia que ya hemos visto antes, y encima, mejor contada.

Curiosamente, algunos de los momentos más alocados e inesperados de la película, también son de los más ridículos. La última media hora de metraje es simplemente absurda —sí, se desvía un poco de lo visto en la serie, lo cual ayuda a que se justifique más la existencia de la cinta, pero a la vez, se torna tan ridícula, tan imprevisiblemente estúpida, que uno termina rindiéndose ante tanto giro narrativo sin sentido. Y sí, como ya muchos deben saber, Pikachu habla brevemente hacia el final de la cinta, en un momento que debería sentirse emotivo, pero que más bien lo saca a uno de la ficción, haciendo que se pregunte exactamente por qué está pasando eso, y por qué. El que Detective Pikachu hable en el juego y la película del mismo nombre tiene sentido narrativo, estilístico, y de desarrollo de personaje. El que la ratita amarilla lo haga en “Pokémon: ¡yo te elijo!” se siente simplemente gratuito.

Se ve bien… pero nada más

“Pokémon: ¡yo te elijo!” es pura forma y casi nada de contenido. La animación es de muy buen nivel, y las batallas Pokémon se ven alucinantes, pero esta nueva versión de los inicios de Ash, con algunas subtramas relacionadas a uno de los mejores Pokémon legendarios, simplemente no llega a justificar del todo su existencia. Se trata de un resumen acelerado y emotivamente inerte de algunos de los episodios de la serie que marcaron la infancia de toda una generación —insatisfactorio para los chicos de los años 90, como yo, y algo confuso para quienes se hayan unido a la fiebre Pokémon un tiempo después. No puedo calificar a “Pokémon: ¡yo te elijo!” como una mala película porque está bastante bien hecha a nivel técnico, pero sí como una decepción. Espero que la siguiente entrega de la franquicia conserve sus logros y se deshaga de sus mayores defectos. De esa manera, podrían entregarnos una mejor —y más divertida— película animada.