“Pokémon: el Destino de Deoxys” es, básicamente, lo que cualquiera esperaría de la segunda película de la Generación Advance de la franquicia: animación ligeramente más atractiva, nuevos Pokémon (el más importante está en el título de la cinta, pero hay más) y una trama algo sonsa, pero en general, divertida. Se trata de un producto superior a su predecesor, pero no por mucho; se mueve a mejor ritmo y resulta menos tedioso, pero tampoco es algo que recomendaría a cualquier espectador, sea gamer o no. Ya estamos llegando a la altura en la que las películas de “Pokémon” comienzan a saturarme. Por más que sea fanático de los juegos, todas se me hacen iguales, y esta no es la excepción.

El filme comienza con un misterioso meteorito cayendo en la Tierra (o en el Planeta Pokémon, si es que hay que darle algún nombre). El Pokémon Rayquaza, quien aparentemente vive en el equivalente al Polo Norte de dicho planeta, casi es aplastado por el meteoro. El punto es que contiene a Deoxys, un nuevo Pokémon legendario, y este se confronta a Rayquaza, quien es como una suerte de guardián del planeta. Adivinen quién gana.

Cuatro años después, regresamos donde Ash Ketchum (¿quién más?), quien está viajando con May, Brock y Max a LaRousse City, y después de un rato, todo se va al diablo: Deoxys comienza a aterrorizar la ciudad, y nuestros héroes son los únicos que pueden detenerlo… no porque sean más competentes o únicos que cualquier otro habitante de LaRousse, si no porque son los protagonistas del filme. Dicha misión involucrará la búsqueda de un cristal verde, batallas Pokémon, e intervenciones de un narrador en off que entre esta película y la anterior, nunca aprendió a callarse la boca.

¿Y dónde está Deoxys?

Lo más desesperante de “Pokémon: el Destino de Deoxys” es lo simplista que es la trama. Es en serio; hay suficiente contenido en esta película como para desarrollar un cortometraje de quince minutos, pero no como para un largometraje que, asumo, se habrá estrenado en cines de otros países. Por ende, el filme está lleno de momentos en los que se concentra en slapstick innecesario, Pokémon supuestamente adorables, o hasta personajes secundarios que poco o nada tienen para contribuir en la trama —consideren, si no, el Munchlax que aparece únicamente para darnos a entender que, efectivamente, habrá una nueva generación de Pokémon con nuevas criaturas para atrapar.

Se supone que tanto Ash como Deoxys deberían ser las estrellas del show, pero no lo parece. Ash es presentado como un protagonista increíblemente incompetente y lento, tanto así que se hace bolas tratando de ver cómo funciona exactamente la tecnología de LaRousse City. Después de todo, se supone que es una ciudad increíblemente avanzada… a pesar que lo máximo que tienen son pantallas flotantes, basureros que identifican la basura como basura (¡qué útil!) y cintas transportadoras que Ash, por alguna razón, no sabe usar. Y el segundo aparece solo de cuando en cuando, para por fin volverse importante hacia el tercer acto de la historia. Qué decepcionante.

La animación, al menos, es ligeramente superior a lo visto en la película anterior. Los movimientos de los personajes son un poco más suaves y los colores son más vivos. Además, los diseños de los nuevos personajes y de la nueva ciudad no están del todo mal. Sí, como suele pasar, “Pokémon: el Destino de Deoxys” no hace un gran trabajo a la hora de mostrar tecnología supuestamente avanzada —en serio, a pesar de que la película no es tan antigua, LaRousse parece tener tecnología menos poderosa de lo que cualquier iPad sería capaz de hacer hoy en día—, pero al menos la mayor parte de aparatos que los personajes usan se ven bien. La cinta no tiene la mejor de las premisas, pero al menos trata de sacarle algo de jugo.

La peorcita

Lamentablemente, ninguno de estos buenos puntos es lo suficientemente potente como para evitar que “Pokémon: el Destino de Deoxys” sea una experiencia absurda y aburrida. Consideren, si no, las revelaciones que la cinta hace en relación al sistema de administración de Pokémon, y a como funcionan las Pokébolas. No tienen nada de sentido, y no hacen más que crear huecos narrativos y de lógico que interfieren con la calidad de las películas previas y posteriores. Y como se mencionó líneas arriba, la cinta tiene una trama tan ligera, que necesita agregar relleno por todas partes. Desde personajes secundarios inútiles hasta montajes supuestamente adorables, “Pokémon: el Destino de Deoxys” no sabe qué hacer con su trama, y por ende trata de aplazarla cada diez minutos, más o menos, como para que no se acabe demasiado rápido.

Sí, sí, ya estoy comenzando a sonar como disco rayado, ¿pero qué más voy a hacer? “Pokémon: el Destino de Deoxys” es más de lo mismo, solo que ligeramente más soso y repetitivo. Las historias de las películas anteriores eran bastante absurdas, pero hey, al menos existían. En este caso, todo lo que tenemos es una premisa súper ligera, la cual está mezclada con innecesarias escenas de relleno, las cuales no hacen más que aburrir al espectador, quien lógicamente, solo quiere ver si es que Deoxys (ya saben, el Pokémon legendario del TÍTULO) hará algo interesante o no. Visualmente agradable pero narrativamente inerte, “Pokémon: el Destino de Deoxys” es de las peores entregas de la franquicia —y eso ya es decir bastante.