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Uwe Boll. Un nombre que inspira miedo, desesperación, y hasta repulsión. Un director de cine que, aparentemente, sabe poco o nada sobre películas, sobre cómo desarrollar una buena historia, presentar personajes interesantes, o filmar acción. Uno de los cineastas más odiados de la historia, tanto así que hace poco tuvo que anunciar su retiro del mundo del cine, debido a que nadie —ni los estudios, ni los financistas privados, ni la gente que contribuye a sitios web como Kickstarter o Indiegogo— quieren financiar sus películas.

Pero hace trece años, la historia era otra. Pocos conocían a Boll, por lo que nadie sabía lo que estaba a punto de hacerle a la industria del videojuego. Con House of the Dead, su primer largometraje basado en un juego, demostró, por primera (y lamentablemente, no única) vez lo inepto que es, tanto a la hora de dirigir un filme, como al adaptar una propiedad popular como House of the Dead, de Sega, a la pantalla grande.

Demasiado burlable

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En pocas palabras, House of the Dead es un desastre absoluto: involuntariamente gracioso, estúpidamente filmado, y legendariamente absurdo. Es una de las películas pertenecientes al cada vez más popular subgénero de “tan malo que es bueno”; el filme es gracioso cuando no quiere serlo, divertido en las escenas más ridículas e inverosímiles, y entretenida no porque esté competentemente escrita o dirigida con energía, si no porque es tan estúpida, tan incoherente y está tan terriblemente actuada, que es casi imposible no reírse de ella (a diferencia de reírse con ella).

La trama es básica. Es una precuela de los juegos, en la que vemos a un grupo de adolescentes idiotas y a una policía incompetente yendo a una isla (llamada “Isla de la Muerte”, porque obviamente) para atender un supuesto rave. Pronto descubren, lamentablemente, que la fiesta ha terminado, y que el lugar ha sido invadido por los muertos vivientes, quienes, bajo las órdenes de un ente misterioso, no descansarán hasta haber matado a todos. A nuestros protagonistas no les queda más que tratar de sobrevivir y escapar de esta terrible isla.

Considerando que la película se llama House of the Dead, lo mínimo que uno esperaría es que se desarrollase en la titular casa… ¿no? Pues les tengo malas noticias. La cinta, como mencioné líneas arriba, se desarrolla en una isla infestada de zombies, y aunque nuestros protagonistas visitan un interior en un determinado momento, es más una choza que una casa. Sí, sabes que estás en “buenas” manos cuando los guionistas y el director ni siquiera pueden hacerle honor al título de su historia (o situarla en el mismo lugar que los juegos…)

Más acción que terror

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Boll parece estar tomándose su filme en serio. Es el único. House of the Dead está filmada más como una película de acción que como una historia de terror o sangre, llena de secuencias de combate mano a mano y balaceras gratuitas, y sin una gota de humor (intencional). Los protagonistas, quienes comienzan la película como estudiantes comunes y corrientes, de pronto se convierten en expertos combatientes, capaces de disparar armas de fuego como si fuesen solados entrenados, y de pelear contra zombies en cámara lenta, con movimientos de artes marciales. Decir que sus caracterizaciones son inconsistentes es demasiado amable.

El hecho de que Boll esté más interesado en peleas que en causar terror no sería algo tan malo si es que al menos fuese capaz de filmar su acción de manera competente, pero ese no es el caso. Boll abusa de la cámara lenta, utilizando efectos Bullet Time (como los que popularizó la saga de Matrix) de manera innecesaria, y moviendo su cámara alrededor de su personajes, como para marear a su público. Ninguna de las secuencias de acción (ni siquiera el enfrentamiento entre humanos y zombies en el cementerio) logra causar emoción o tensión. Es como ver a alguien jugar un videojuego, pero sin nada de la excitación o suspenso que este podría causar.

Y hablando del juego… ¿mencioné que Boll inserta, de cuando en cuando, breves frames del juego original en medio de sus secuencias de acción, o como transiciones entre escenas? Decir que este recurso no funciona, desorienta, y le hace a uno querer probar el juego en vez de estar viendo esta terrible película… sería preciso, de hecho.

Visualmente terrible

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Y no es el único recurso idiota que Boll utiliza. Después del combate en el cementerio, Boll nos somete a un flashback, vivido por uno de los protagonistas, en el que vemos, de forma picada y acelerada… ¡la misma secuencia que Boll nos presentó segundos antes! No he visto un recurso más innecesario y gratuito en ninguna otra producción profesional; no es más que una forma de alargar la película, ya que, evidentemente, el guión y la historia no eran suficientes para desarrollar un largometraje competente.

Visualmente, House of the Dead parece una película de televisión de los 90s. La dirección de fotografía carece de carácter y color. Los efectos visuales parecen ser sacados del juego de arcade original. Y el maquillaje para los zombies y el villano principal se lucirían en un festival de Halloween, mas no en un largometraje de terror. Uno esperaría harta sangre y tripas y en general escenas de gore en un filme de este estilo, pero ni siquiera cumple con esto. Si Boll tuviese algo de ambición, hubiese podido convertir a House of the Dead en una película de explotación, llena de sangre, violencia, sexo y otros elementos exagerados. La única escena de desnudo no funciona porque es una copia barata de la introducción de Tiburón; ni siquiera en eso pudo Boll utilizar algo de imaginación.

Para verla borracho

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House of the Dead es gran entretenimiento, pero solo porque está hecha de manera tan inepta, tan no profesional, que es casi imposible creer que pudo haberse exhibido en cines. Está llena de diálogos ridículos (“chicos, miren, este libro se ve viejo, ¡quizás nos ayude!”; “Creaste todo esto para volverte inmortal, ¿por qué?” “¡Para vivir por siempre!”) y actuaciones inverosímiles —ni siquiera el pobre Jürgen Prochnow (quien interpreta a un capitán de barco llamado Kirk; sin comentarios…) ni Clint Howard (la mayor “celebridad” en esta pobre excusa de película) pueden salvar a House of the Dead.

Miren House of the Dead irónicamente, o mírenla mientras consumen ridículas cantidades de alcohol. Búrlense de ella, de sus mediocres efectos especiales o de su trama inexistente; es la única manera de disfrutar de esta terrible adaptación de un videojuego. Lo más curioso, no obstante, es que ni siquiera es la peor película que Uwe Boll jamás haya dirigido. Pero eso lo dejaremos para más adelante